miércoles, 22 de febrero de 2012

El primer beso es mágico, el segundo íntimo, el tercero rutina


Y sentí como de repente en la garganta se me enlazaba un nudo con todas las palabras que me quedaban por decír. No podía concentrarme en otra cosa que no fuera su piel empapada con el típico olor a él, a Sábado noche, y en sus brazos que agarraba mi cuerpo mientras me tranquilizaba deslizando sus palabras por mi cuello.
Se quedó mi cama goteando felicidad, mientras que las paredes absorbían nuestras sonrisas.
Ahora el espejo de la pared no hace más que reflejar una monotonía absurda en la que reina lo que una vez vivimos. Una monotonía bañada por los rayos de sol que se cuelan en mi habitación al igual que lo hacían antes iluminando esa cara y aclarando unos ojos verdes dándoles un cierto tono amarillento por los cuales me tiraba los segundos navegando, mientras la yema de esos dedos se desplazaba lentamente por mi cintura como si tratara de tocar un instrumento sensible al tacto. Pues se creaban melodías en donde las notas éran ese parpadear misterioso y el compás éra mi piel erizada con cada vez que sentía el sabor de sus labios expandido por todo mi cuerpo.

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